lunes, 20 de julio de 2009

JUAN LADO / Inauguración 19 de Junio, 19 hs

Del arte de la creación de tópicos por Adrian Cangi

“La red compleja de las líneas aparecía poco a poco”
Henri Michaux

La técnica del dibujo resulta adecuada para describir una actitud frente al mundo. Largas sesiones de trabajo ininterrumpido describen en esta obra el impulso o el capricho de la pasión. El único problema frente a una imagen gráfica es descubrir lo que ésta deja ver. Descubrirlo nos enfrenta a la frase de Baudelaire: “crear un tópico, que determina la obra y nuestra visión de la obra, he ahí el genio”. Un tópico erótico en tiempos de emergencia del desnudo, impregna la efervescencia de la línea, que al inventar simulacros presupone el reino de los estereotipos prevalentes. En este caso, el esquema visual del cuerpo humano, de los gestos y objetos que lo acompañan, y, en especial, la interpretación idiosincrática del cuerpo femenino.

Qué pintor no está sometido desde siempre al culto de la imagen al mismo tiempo que batalla con ella: es el caso de Juan Lado, el de un movimiento incesante de la pintura al dibujo y del dibujo a la pintura. En la pintura indaga los límites de la descomposición de la figura en la frontera de un ícono imperceptible, en el dibujo elabora la narración que se impone en el juego de los simulacros. Dibujar es un instrumento de exorcismo y un fantasma obsesivo: tal vez, por ello, prevalece una especie de pantomima insistente del motivo. Se evocan imágenes de madonas, de figurines, de ilustraciones publicitarias, para poblarlas de demonios, a fin de que gracias a ese espíritu, los ídolos tengan el poder de afectar. El trazo de la línea es un poder de intelección desde el momento en que la imagen ya no se parece a su referente sino a un equívoco intencional. La envolvente de la figura sagrada o profana produce la reminiscencia acercando la tradición del motivo, mientras el movimiento plebeyo del gesto pone distancia hasta el sarcasmo. Mientras el contorno de la figura evoca la comprensión de algo, el gesto hace entender lo contrario. Tal polaridad de la imagen entre la tradición evocada y su caída, es el camino del humor. Camino necesario para desanudar la carga del mundo de referencia. Los elementos que animan el dibujo están claramente planteados: la visión retrospectiva, el cuadro viviente, la instantánea fotográfica, el solecismo en el gesto (movimiento que hace entender lo contrario de aquello que plantea), la interrelación entre la obra y su descripción. Tales elementos recrean los rasgos estilísticos: focalización sobre los personajes, centralización del motivo, tensión de las líneas, amplificación del gesto. Entre lo inacabado y el detalle vibra el fulgor de las actitudes, en tanto, el erotismo avanza entre la postura y las deformaciones. Se podría intuir que el modelo está ya determinado: figurines de motivos publicitarios que abonan nuestra cultura y gestos de mujeres cercanas que prestan sus rasgos a la obra, para la creación de un conjunto de escenas narrativas que comienzan en la referencia a la tradición y terminan fundiéndose en la domesticidad autobiográfica. Todo esto para decir que el trazo se libera de la traba de la repetición de la historia por vías del humor corrosivo que lo diferencia.

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Ni primitiva, ni plenamente clásica, ni exclusivamente nórdica, la línea de esta serie de dibujos es del orden del disegno, que imprime sobre la materia la cifra de un vocabulario en desuso aunque imprescindible al oficio. Los amantes de las pantomimas silenciosas del gesto valoran las anomalías o las “malas maneras” de la línea serpentina. Porque ésta -como supo señalarlo Klossowski- garantiza lo inacabado que se adecua al proceso del sujeto creador. Esta obra más que dramatúrgica es ritual, intenta por la repetición evacuar la pesada carga de la procedencia de las imágenes. De la imagen que cristaliza el gesto va a derivarse un estilo expresivo de la línea: predominio de los cuerpos, identidad de los rostros, transliteración abismal de la representación, inscripción en el centro de la obra de la cuestión de su desciframiento, que reenvía sin fin al procedimiento expresivo de la línea. No se trata de una línea incorpórea porque la corporeidad que evoca incluye el objeto en el espacio. Se trata, más bien y en principio, de una línea clásica, que está situada en un punto de equilibrio entre el instinto y el intelecto, y que busca en el mundo un panteísmo alegre que se entrega a lo sensible para transformarlo, de conformidad con la propia imagen, en un goce objetivo de sí mismo. Pero no seríamos justos a nuestra sensación sino valoráramos una línea que excede por su maniera la representación orgánica figurativa que remite a algo representado. Algo de naturaleza decorativa y superficial, pero profundamente material está al servicio de una convulsión que la enrolla sobre sí, prolongándola por marcas libres fuera de sus límites naturales. Algo actúa por debajo o por afuera de la representación. Línea vital y profunda, sismográfica, que procede por movimiento violento, casi animalístico, imponiendo mediante su nitidez una precisión no orgánica de las formas. Es testimonio de intelección y espiritualidad que va hacia las fuerzas elementales de naturaleza siempre corpórea. Esta obra es erótica y la línea que la compone no parece retroceder a la presencia del gesto obsceno, se trata, tal vez, de una línea adecuada a la función icónica de las modelos de figurines que posan para el fotógrafo en otra escena, trasladada de memoria por la identificación a una dimensión lúdica. No importa para esta línea la psicología de una fisonomía sino cierto sainete que produce un espacio-cuerpo. Tal espacio presenta un teatro de sociedad que es el cuadro viviente o la suspensión de la vida propia de una técnica fotográfica. El sainete es una actitud que subraya la metamorfosis del tiempo en marcha en la línea serpentina y que da una realidad más intensa al movimiento figurado que al restituido por la misma fotografía. Cierta voluntad de defraudar a los amantes de la perfección fotográfica del gesto es propia de un pensamiento desasosegado saliendo de sus límites.

En esta obra no hay solo motivos definidos por el desnudo femenino sino cierta “anatomía del cuadro” -como escribe Klee en su Diario en 1959- que permite decir que antes que cuerpos hay tipos de líneas, que antes que poros hay gestos, que antes que figuras hay ritmos, que hacen y deshacen, que orientan y desvían la mirada. Crear un tópico no es otra cosa que producir, por la anatomía del cuadro, un efecto del trazo en la superficie que evoque un motivo perdurable. Motivo que suscite y erija la supervivencia por el trazo, como supo escribir Michaux. En este caso, se trata de un gesto realista que permite afirmar que debemos tener un cuerpo porque hay algo de oscuro en nosotros que insiste tanto en las partes como en los poros.

Adrian Cangi

La muestra permanecerá abierta hasta el 17 de julio

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